Era una tarde como cualquier otra, Joaquina se encontraba observando el cielo y las nubes, con su mirada perdida y dos ojos rojos de tanto llorar, su mente daba vueltas por todos aquellos problemas que siempre tuvo con alguien especial en su vida.
Joaquina lo que deseaba desde hace algún tiempo atrás, era a una persona que le diera cariño, que la sacara del infierno en el que vivía y que diario la atormentaba con dolores de cabeza, vómitos y sin duda depresiones que la dejaban tirada en la cama hasta por 5 días.
Joaquina una mujer con 2 hijos, los cuales se encontraban viviendo con la abuela por el momento, Joaquina decía que trabajaba, pero realmente su vida no se encontraba en su oficina como publicista, si no, en un cuarto blanco con una vista hacia una avenida, por donde podía observar como pasaban miles de carros cada que se encontraba ahí.
Lo único que deseaba era encontrar a un hombre que la hiciera sentir deseada y amada por última vez. La mujer no podía con sus piernas, se arrastraba hasta llegar al retrete y devolver las pocas verduras que comía durante el día. Su dolor era inmenso, como la espera.
Joaquina un día fue por sus hijos a la escuela, y pudo observar como reían con una felicidad nunca antes vista, Diego el más pequeño, le dijo “madre no estés triste, nosotros te amamos”, Joaquina respondió “yo también los amo”. Lo que Diego y Alicia no sabían, era lo que tenía dentro del cuerpo su madre, “los pasaré a dejar con su abuelita” dijo Joaquina.
“No madre, comeremos verduras” dijo Alicia, y su madre les respondió “es la última vez amores, los amo, pero el trabajo me espera, si no voy por ustedes, sueñen que estamos en el lugar más hermoso que quieran, y ahí nos veremos”, Alicia dijo “madre que sea París” y Diego “Egipto”, la madre les respondió “cierren los ojos y estaremos juntos en los dos lados”.
Al pasarlos a dejar con la abuela, Joaquina beso fuertemente a su madre y a sus dos hijos, y se despidió, ella salió lo más pronto posible de la casa de su madre, y subió hacia su auto rumbo a su casa.
Al llegar, corrió a la ventana nuevamente a ver el cielo, y comenzó a llorar fuerte, se agarro la cabeza y se dio cuenta que el cabello se le comenzaba a caer más de lo común, lloró con más fuerza, tomo su vestido naranjado favorito, saco una bolsa roja del armario, escribo una carta a sus hijos y su madre, se pinto la boca, se puso perfume y se supo sus zapatillas doradas favoritas.
Joaquina no podía más, salió de su casa corriendo, observando como empezaba a oscurecer, la gente observaba en sus ojos lágrimas y una gran angustia, pero valentía a la vez.
Llegó a un parque solitario, lloro y gritó “¡no puedo más!”, saco algo de su bolsa roja, se pudo escuchar a lo lejos un grito de una señora “¡no, nooooooo!”, Joaquina había cerrado su mirada, apagado su dolor y dejado de palpitar su corazón con un disparo en la cabeza, pudo más su depresión contra la lucha del cáncer de estómago que tenía y le había invadido todo su cuerpo.
Dejo a sus hijos huérfanos y a su madre desolada, ahora Joaquina los observa desde un cielo, en donde los cuida, protege y guía para que sean mejores personas día con día.
Joaquina lo que deseaba desde hace algún tiempo atrás, era a una persona que le diera cariño, que la sacara del infierno en el que vivía y que diario la atormentaba con dolores de cabeza, vómitos y sin duda depresiones que la dejaban tirada en la cama hasta por 5 días.
Joaquina una mujer con 2 hijos, los cuales se encontraban viviendo con la abuela por el momento, Joaquina decía que trabajaba, pero realmente su vida no se encontraba en su oficina como publicista, si no, en un cuarto blanco con una vista hacia una avenida, por donde podía observar como pasaban miles de carros cada que se encontraba ahí.
Lo único que deseaba era encontrar a un hombre que la hiciera sentir deseada y amada por última vez. La mujer no podía con sus piernas, se arrastraba hasta llegar al retrete y devolver las pocas verduras que comía durante el día. Su dolor era inmenso, como la espera.
Joaquina un día fue por sus hijos a la escuela, y pudo observar como reían con una felicidad nunca antes vista, Diego el más pequeño, le dijo “madre no estés triste, nosotros te amamos”, Joaquina respondió “yo también los amo”. Lo que Diego y Alicia no sabían, era lo que tenía dentro del cuerpo su madre, “los pasaré a dejar con su abuelita” dijo Joaquina.
“No madre, comeremos verduras” dijo Alicia, y su madre les respondió “es la última vez amores, los amo, pero el trabajo me espera, si no voy por ustedes, sueñen que estamos en el lugar más hermoso que quieran, y ahí nos veremos”, Alicia dijo “madre que sea París” y Diego “Egipto”, la madre les respondió “cierren los ojos y estaremos juntos en los dos lados”.
Al pasarlos a dejar con la abuela, Joaquina beso fuertemente a su madre y a sus dos hijos, y se despidió, ella salió lo más pronto posible de la casa de su madre, y subió hacia su auto rumbo a su casa.
Al llegar, corrió a la ventana nuevamente a ver el cielo, y comenzó a llorar fuerte, se agarro la cabeza y se dio cuenta que el cabello se le comenzaba a caer más de lo común, lloró con más fuerza, tomo su vestido naranjado favorito, saco una bolsa roja del armario, escribo una carta a sus hijos y su madre, se pinto la boca, se puso perfume y se supo sus zapatillas doradas favoritas.
Joaquina no podía más, salió de su casa corriendo, observando como empezaba a oscurecer, la gente observaba en sus ojos lágrimas y una gran angustia, pero valentía a la vez.
Llegó a un parque solitario, lloro y gritó “¡no puedo más!”, saco algo de su bolsa roja, se pudo escuchar a lo lejos un grito de una señora “¡no, nooooooo!”, Joaquina había cerrado su mirada, apagado su dolor y dejado de palpitar su corazón con un disparo en la cabeza, pudo más su depresión contra la lucha del cáncer de estómago que tenía y le había invadido todo su cuerpo.
Dejo a sus hijos huérfanos y a su madre desolada, ahora Joaquina los observa desde un cielo, en donde los cuida, protege y guía para que sean mejores personas día con día.
1 comentario:
bien, muy bien logrado!!!, vas bastante bien.
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