jueves, 29 de julio de 2010

Emilio, Depresivo



La habitación está descuidada, no entra luz por la ventana, ya que el grosor de las cortinas azules no deja que pasen los rayos del sol, ropa tirada por todos lados, una cama destendida, con un olor a guardado porque no ha entrado el aire para que se ventile la alcoba y una sombra de un hombre que se refleja por una lámpara.

Ahí se encontraba Emilio, sentando, triste, con la mirada perdida, los ojos rojos de tanto llorar, una nariz roja y con flujo por todas aquellas lágrimas que escurrieron por su mejilla, a él, en el fondo le dolía ese silencio de amor que guardaba su alma y lo más importante, su corazón…

Se pregunta mil veces el porqué, y daba vueltas a cosas estúpidas que ya no tenían respuesta alguna, mientras tanto seguía llorando, el dolor se apoderaba de su cuerpo, de su mente, de su alma y de sus sentidos, era un dolor al corazón lo que lo hacía gritar de desesperación, estaba débil de tanto llorar, llevaba así desde hace tres semanas suspirando, sin motivo alguno, comentaban las personas más cercanas a él, pero él en el fondo del corazón si sabía cual era motivo que lo hacía llenarse de dolor por todo el cuerpo y que traía como reacción, un suspiro.

Intentó hacer una llamada, pero la debilidad de su depresión no lo dejó hacerlo, le temblaba la mano como nunca, sus nervios eran excelsamente grandiosos al apoderarse de aquel cuerpo delgado y erguido, su cabeza daba vueltas, se golpeaba en la pared, gritaba, lloraba, se quedaba por momentos en silencio y sin duda suspirando cada 5 minutos.

Estaba despeinado y con aspecto descuidado, tomo un abrigo y dijo a su muñeco de felpa “no tardo”, salió corriendo por las calles, la gente lo miraba, parecía un pordiosero, corría y corría, sin rumbo fijo o tal ves tenía algún objetivo, se detuvo un momento en una calle con muchos árboles alrededor, suspiró y pensó “porque tuvo que cambiar todo”.

Siguió corriendo, hasta que llegó a un cuartucho de lámina, donde salió un hombre rudo, grande y de cuerpo corpulento, le dio un sobre, y él regreso corriendo desesperadamente por el mismo camino que lo había llevado hasta ese lugar, de su cara sucia se podía ver como unas lágrimas limpiaban la mugre que poseían sus mejillas. Nuevamente la misma calle, observó una puerta negra que tenía sus números favoritos “29”.

Corrió del lugar, hasta llegar a su habitación nuevamente, al entrar dijo “Julio, te extraño”, sacó algo del sobre, sin duda era una gran dosis de drogas, marihuana, cocaína, anfetaminas, antidepresivos y heroína, puso música, era fan sin duda del magnífico “Ludwing Van Bethoveen” y puso en modo de repetición “Symphony N° 7 In A Major”.

Mientras tenía de fondo esa hermosa melodía, se drogaba, primero se metió cocaína, se puso como loco a bailar, tenía ganas de seguir viviendo, pero dentro de él había algo que ya no le permitía. En un frasco echo dos anfetaminas y tres antidepresivos, se las bebió con un vaso de soda que tenía ya viejo. Emilio, reía como loco, brincaba, movía su cuerpo como si tuviera un orgasmo, mientras se pasaba la mano lentamente por todo su cuerpo, Bethoveen y la Symphony N° 7, realmente le hacían vibrar todos sus sentidos.

Después de tres horas de estar en ese estado, tomo la decisión de inyectarse heroína, apretó su brazo fuertemente con una liga que se encontraba a un costado, beso su brazo y se inyectó, el líquido entraba a su cuerpo, recorría un camino largo por sus venas, Emilio dejó caerse al piso, y gritaba “es como tener 1000 orgasmos multiplicados por 1 millón, solo que sin tú presencia”, reía como loco.

Mientras estaba acostado, observaba la biga que se encontraba en la parte superior de su cuarto, la miraba como si fuera un premio, le salía una sonrisa sarcástica de su boca, elevo su brazo y lo giraba como si estuviera dirigiendo una banda sonora, se puso a llorar y gritaba “Julio, Julio, Julio, porqué”, se levanto y se miró al espero, se jaló los cabellos de su cabeza de coraje, y menciono “la J y E eran tan compatibles”.

Tomó un lazó que se encontraba en su armario, lo colgó por la biga, le hizo un nudo, brincaba, lloraba, gritaba, se golpeaba, acomodó un banco debajo de la cuerda, subió a él, la melodía Symphony N° 7 estaba en su clímax total, se empezó a masturbar arriba del banco, mientras pensaba en sus momentos de placer con Julio, llegó a su orgasmo, dijo “te amo”, y aventó el banco, se vieron caer sus piernas.

Emilio se había ahorcado por un amor que lo había olvidado, tenía una depresión muy avanzada, que lo llevó a la muerte, lo encontró su amigo Luis a los 5 días.

Se apago el amor, la ternura, la bondad, la inocencia y la amabilidad de Emilio, sus amigos ahora lo recuerdan y Julio vive arrepentido, tiempo después se dio cuenta que él era el amor de su vida.

No hay comentarios: