El gobierno había elegido a todos los nacidos del mes de febrero de 1989 para que fueran a una expedición marina muy peligrosa, ya que habían descubierto una planta nuclear en una isla del océano pacífico. Así que el amor de mi vida era uno de los elegidos. Cuando fueron a sacarte de la casa tenía tanto miedo de que no regresaras vivo, de que llegaras con alguna enfermedad o discapacidad, pero tú te veías tan contento por salvar a nuestro país que me hacía sentirme tan orgulloso de ti.
Así fue como te despediste de mí, dándome un beso largo, la noche anterior al día que tendrías que partir por la puerta en un camión de la marina hicimos el amor como locos, como si nunca lo hubiéramos hecho, nos besábamos, nos acariciábamos y nos dábamos amor como si fuera la última vez que estuviésemos juntos.
Cuando te marchaste, no sabías si te tocaría estar en un barco o en submarino, lo que sí sabíamos era que ibas a la guerra total, pues la planta nuclear era de Corea, y se encontraba en conflictos con nuestro país. Antes de que tocara el ejército a nuestro hogar me abrazaste, nos hicimos 9 fotografías, nos besamos y nos despedimos para conservar nuestro amor en secreto.
Desde aquel día vivía con miedo, el país ya había sido atacado por el Centro Histórico que es un Patrimonio de la Humanidad, sí habían hecho eso los coreanos que se podía esperar con las viviendas de la ciudad, y lo peor de todos aquellos ciudadanos que valientemente iban a defender el país, y ahí estabas tú.
En mi cartera llevaba tu fotografía, mande hacer en grande las 9 fotografías que nos hicimos ese día, ponía tú música para sentir como si estuvieras en casa, pero era imposible poder despegar la mente de lo que estaba sucediendo.
Todas las noches lloraba, veía nuestros videos, nuestras cartas, conversaciones guardadas en la red, correos electrónicos, mensajes al móvil, y solo pensaba en que estuvieras bien.
Mientras tanto tú te enfrentabas a un país de alta peligrosidad por su armamento nuclear en el océano pacífico, había días que no comías, otras que no dormías por miedo, simplemente estabas ahí por que sabías ocupar todos los sistemas operativos computacionales y por supuesto por tu fecha de nacimiento, eras un buen hacker, pero aún así tu vida estaba en peligro.
Ya había pasado un año de tu ausencia, estaba preocupado por ti, no sabía nada de la persona de la que me había enamorado algún día, pero mi esperanza y mi fé me hacían fuerte para seguir de pie esperándote y hacer a un lado de mí, los malos pensamientos.
Un día sonó el teléfono, era una operadora que se comunicaba desde el pacífico “usted tiene una llamada desde Isla Dorada del pacífico, la acepta”, fue lo que dijo, inmediatamente la tomé, en los 3 segundos que pasaron para saber que habría del otro lado, pensé desde lo peor hasta lo mejor, pensé en escuchar tú voz, pero no fue así, era una voz grave y de experiencia que decía “como familiar del señor Erick I. C. le informo que no tenemos noticias del submarino 2919, aunque creemos que fue bombardeado por los coreanos, le mantendremos informados” fue lo que dijo al menos el capitán, aunque realmente no sabía quién era.
Todo me lo dijo tan fríamente que no me dio tiempo de preguntar más detalles, en esos momentos quería ser parte de la guerra, de este movimiento y dejar todo por encontrarte ya fuera vivo o algo que me dolía mucho decirlo “muerto”.
En cuanto colgué el teléfono quedé con un nudo en la garganta, me quedé sin habla, no me salían las lágrimas, me recargué en la pared y me fui inclinando poco a poco hasta que quedé en el piso, mi mente estaba en blanco, no podía hablar, quería gritar pero era inútil, mi cabeza giro a la derecha y ahí se encontraba tú fotografía, cuando la vi volví a escuchar la voz que me había dado la noticia, y sí ahí estabas tú con tu camisa de color rosa favorita, que resaltaba el color de tú piel, y me solté a llorar como un niño, pude gritar que toda la colonia pudo escuchar mi tristeza.
Mí mundo, mí futuro a tú lado, mí corazón y mí alma se partieron en cientos de pedazos, mí cabeza evocó miles de recuerdos a tú lado, desde el día en que te conocí, los días que nos divertíamos viendo fútbol o jugándolo, los viajes, las charlas, las risas, las veces que hicimos el amor, y todo por lo que habíamos trabajado por años una estúpida guerra lo destruyó en tan solo cinco segundos.
Entre en depresión que hasta perdí el trabajo en la producción televisiva en la que me encontraba, dormía todo el día, lloraba, miraba tus fotos, nuestras fotos y nada me consolaba, no sabía si era el pensar que aún estabas con vida o la fatal idea de que estuvieras muerto, aunque los medios de comunicación ya los daban por muertos.
Un día vino uno de mis mejores amigos a levantarme de la cama y me dijo que tuviera esperanzas, que su compañero que se encontraba como corresponsal de guerra para el canal en donde trabaja había escuchado rumores de que un submarino estaba por ahí perdido en alguna isla desierta, pero eso no me alentaba mucho, así que ese día me llevo a un campo donde observé la naturaleza y al ver el sol me recordaba el brillo de tu cabello y esos ojos hermosos de los que me había enamorado.
Decidí levantarme de la cama desde ese día y comencé a hacer las cosas como si estuvieras ahí presente, hacía de comer para dos, limpié la casa que no lo había hecho en 8 meses desde aquella llamada que me cambió la vida por completo.
Cada que desayunaba, comía y cenaba ponía 29 velas en medio de la mesa, dos platos, dos vacos, dos cucharas, dos servilletas y servía alimento en los dos utencilios, yo comía e imaginaba que estabas ahí ingiriendo tus alimentos, platicaba y reía.
Al dormir, ponía del lado izquierdo tu pijama, la tapaba, me acostaba en el lado que me tocaba dormir, debajo de la pijama se encontraba una almohada, así que sentía que te abrazaba y me recargaba en tu pecho, he de confesarte que desde tu partida nunca lave la ropa que dejaste sucia, la guarde cada prenda en diferentes bolsas para que conservara tú esencia.
Ponía nuestras películas favoritas, tú música volviendo a hacer como si estuvieras ahí, como si nunca te hubieras marchado de mi lado…
Ya eran dos años de la guerra y en las noticias se daba a conocer que nuestro país con ayuda de otros había ganado, y que muchos soldados mexicanos regresaban a sus hogares, unos completos y sanos, otros con discapacidades, sería dentro de dos días el día en que se haría una ceremonia en las costas del pacífico para todos aquellos valientes.
Me bañé, aunque sabía que no te encontraría con vida, decidí marchar hacia las playas del pacífico, el problema sería a cuál ir, serían tantas ceremonias, así que investigué a dónde se presentaría el presidente, ya que habría más posibilidad de que la mayoría de los valientes llegarían a ese lugar.
Conduje por 38 horas seguidas hasta las playas de Nayarit, sin dormir, lo único que quería hacer era llegar a ese destino y buscarte entre los valientes.
Al llegar al lugar rente el mejor cuarto de hotel que encontré, el más caro con todas las comodidades para que descansáramos tú y yo, dormí 8 horas, me levanté a las 7 de la mañana, la ceremonia sería a las 8 am y comenzarían a llegar los soldados poco a poco.
Me puse el pantalón que me regalaste con la playera blanca que me diste en mi cumpleaños, estuve ahí en primera fila, y así el Presidente se encontraba recibiéndolos y felicitándolos por su gran trabajo, no te veía, no te sentía, la gente me observaba llorar, aunque no era el único, como yo había 9 mil personas más, podía observar a familias recibiendo a sus hijos, esposos, primos y demás, pero yo solo observaba.
Ya eran las 9 am y al menos habían llegado alrededor de 20 mil soldados, pero no te veía, mi mente se nublo y recordé la llamada que había recibido, así que llore con más fuerza y me levanté del lugar, caminé por el malecón que estaba cerca del Centro Histórico de Nayarit, me encontraba desolado, pues tú ya no estabas conmigo, me estaba haciendo a la idea de que estabas muerto.
Escuché que alguien gritó “Erick”, pero no era el único ahí, así que seguí caminando con la cabeza mirando hacia abajo, volví a escuchar “Erick”, una y otra vez, la voz la comenzaba a reconocer un poco, aunque estabas ronco, por eso me costaba más trabajo, corriste y sentí que alguien me toco el hombro, y sí eras tú Erick, me abrazaste por la cintura , te dije “Erick”, sonreíste y me dijiste “Erick” y me diste el beso más hermoso y largo de toda la existencia sin importar quien nos estuviera viendo, hiciste nuestro amor tan público que muchos periodistas se enfocaron en nosotros, disfrutábamos de nuestro amor.
Alrededor de 10 minutos nos estuvimos besando, podía sentir la mirada de todos, ahí estabas tú, ahí estaba yo, ahí estábamos los dos Erick’s dándonos amor, vestido de marinero, nos marchamos al hotel, te dije que si querías comer algo, pero solo dijiste quiero estar contigo, entramos a la recámara te dí un masaje, te acaricie, nos besamos e hicimos el amor todo el día.
Desde aquel día estoy más orgulloso de ti, por tu valentía, por que estas vivo y porque estamos juntos compartiendo una vida.
Así fue como te despediste de mí, dándome un beso largo, la noche anterior al día que tendrías que partir por la puerta en un camión de la marina hicimos el amor como locos, como si nunca lo hubiéramos hecho, nos besábamos, nos acariciábamos y nos dábamos amor como si fuera la última vez que estuviésemos juntos.
Cuando te marchaste, no sabías si te tocaría estar en un barco o en submarino, lo que sí sabíamos era que ibas a la guerra total, pues la planta nuclear era de Corea, y se encontraba en conflictos con nuestro país. Antes de que tocara el ejército a nuestro hogar me abrazaste, nos hicimos 9 fotografías, nos besamos y nos despedimos para conservar nuestro amor en secreto.
Desde aquel día vivía con miedo, el país ya había sido atacado por el Centro Histórico que es un Patrimonio de la Humanidad, sí habían hecho eso los coreanos que se podía esperar con las viviendas de la ciudad, y lo peor de todos aquellos ciudadanos que valientemente iban a defender el país, y ahí estabas tú.
En mi cartera llevaba tu fotografía, mande hacer en grande las 9 fotografías que nos hicimos ese día, ponía tú música para sentir como si estuvieras en casa, pero era imposible poder despegar la mente de lo que estaba sucediendo.
Todas las noches lloraba, veía nuestros videos, nuestras cartas, conversaciones guardadas en la red, correos electrónicos, mensajes al móvil, y solo pensaba en que estuvieras bien.
Mientras tanto tú te enfrentabas a un país de alta peligrosidad por su armamento nuclear en el océano pacífico, había días que no comías, otras que no dormías por miedo, simplemente estabas ahí por que sabías ocupar todos los sistemas operativos computacionales y por supuesto por tu fecha de nacimiento, eras un buen hacker, pero aún así tu vida estaba en peligro.
Ya había pasado un año de tu ausencia, estaba preocupado por ti, no sabía nada de la persona de la que me había enamorado algún día, pero mi esperanza y mi fé me hacían fuerte para seguir de pie esperándote y hacer a un lado de mí, los malos pensamientos.
Un día sonó el teléfono, era una operadora que se comunicaba desde el pacífico “usted tiene una llamada desde Isla Dorada del pacífico, la acepta”, fue lo que dijo, inmediatamente la tomé, en los 3 segundos que pasaron para saber que habría del otro lado, pensé desde lo peor hasta lo mejor, pensé en escuchar tú voz, pero no fue así, era una voz grave y de experiencia que decía “como familiar del señor Erick I. C. le informo que no tenemos noticias del submarino 2919, aunque creemos que fue bombardeado por los coreanos, le mantendremos informados” fue lo que dijo al menos el capitán, aunque realmente no sabía quién era.
Todo me lo dijo tan fríamente que no me dio tiempo de preguntar más detalles, en esos momentos quería ser parte de la guerra, de este movimiento y dejar todo por encontrarte ya fuera vivo o algo que me dolía mucho decirlo “muerto”.
En cuanto colgué el teléfono quedé con un nudo en la garganta, me quedé sin habla, no me salían las lágrimas, me recargué en la pared y me fui inclinando poco a poco hasta que quedé en el piso, mi mente estaba en blanco, no podía hablar, quería gritar pero era inútil, mi cabeza giro a la derecha y ahí se encontraba tú fotografía, cuando la vi volví a escuchar la voz que me había dado la noticia, y sí ahí estabas tú con tu camisa de color rosa favorita, que resaltaba el color de tú piel, y me solté a llorar como un niño, pude gritar que toda la colonia pudo escuchar mi tristeza.
Mí mundo, mí futuro a tú lado, mí corazón y mí alma se partieron en cientos de pedazos, mí cabeza evocó miles de recuerdos a tú lado, desde el día en que te conocí, los días que nos divertíamos viendo fútbol o jugándolo, los viajes, las charlas, las risas, las veces que hicimos el amor, y todo por lo que habíamos trabajado por años una estúpida guerra lo destruyó en tan solo cinco segundos.
Entre en depresión que hasta perdí el trabajo en la producción televisiva en la que me encontraba, dormía todo el día, lloraba, miraba tus fotos, nuestras fotos y nada me consolaba, no sabía si era el pensar que aún estabas con vida o la fatal idea de que estuvieras muerto, aunque los medios de comunicación ya los daban por muertos.
Un día vino uno de mis mejores amigos a levantarme de la cama y me dijo que tuviera esperanzas, que su compañero que se encontraba como corresponsal de guerra para el canal en donde trabaja había escuchado rumores de que un submarino estaba por ahí perdido en alguna isla desierta, pero eso no me alentaba mucho, así que ese día me llevo a un campo donde observé la naturaleza y al ver el sol me recordaba el brillo de tu cabello y esos ojos hermosos de los que me había enamorado.
Decidí levantarme de la cama desde ese día y comencé a hacer las cosas como si estuvieras ahí presente, hacía de comer para dos, limpié la casa que no lo había hecho en 8 meses desde aquella llamada que me cambió la vida por completo.
Cada que desayunaba, comía y cenaba ponía 29 velas en medio de la mesa, dos platos, dos vacos, dos cucharas, dos servilletas y servía alimento en los dos utencilios, yo comía e imaginaba que estabas ahí ingiriendo tus alimentos, platicaba y reía.
Al dormir, ponía del lado izquierdo tu pijama, la tapaba, me acostaba en el lado que me tocaba dormir, debajo de la pijama se encontraba una almohada, así que sentía que te abrazaba y me recargaba en tu pecho, he de confesarte que desde tu partida nunca lave la ropa que dejaste sucia, la guarde cada prenda en diferentes bolsas para que conservara tú esencia.
Ponía nuestras películas favoritas, tú música volviendo a hacer como si estuvieras ahí, como si nunca te hubieras marchado de mi lado…
Ya eran dos años de la guerra y en las noticias se daba a conocer que nuestro país con ayuda de otros había ganado, y que muchos soldados mexicanos regresaban a sus hogares, unos completos y sanos, otros con discapacidades, sería dentro de dos días el día en que se haría una ceremonia en las costas del pacífico para todos aquellos valientes.
Me bañé, aunque sabía que no te encontraría con vida, decidí marchar hacia las playas del pacífico, el problema sería a cuál ir, serían tantas ceremonias, así que investigué a dónde se presentaría el presidente, ya que habría más posibilidad de que la mayoría de los valientes llegarían a ese lugar.
Conduje por 38 horas seguidas hasta las playas de Nayarit, sin dormir, lo único que quería hacer era llegar a ese destino y buscarte entre los valientes.
Al llegar al lugar rente el mejor cuarto de hotel que encontré, el más caro con todas las comodidades para que descansáramos tú y yo, dormí 8 horas, me levanté a las 7 de la mañana, la ceremonia sería a las 8 am y comenzarían a llegar los soldados poco a poco.
Me puse el pantalón que me regalaste con la playera blanca que me diste en mi cumpleaños, estuve ahí en primera fila, y así el Presidente se encontraba recibiéndolos y felicitándolos por su gran trabajo, no te veía, no te sentía, la gente me observaba llorar, aunque no era el único, como yo había 9 mil personas más, podía observar a familias recibiendo a sus hijos, esposos, primos y demás, pero yo solo observaba.
Ya eran las 9 am y al menos habían llegado alrededor de 20 mil soldados, pero no te veía, mi mente se nublo y recordé la llamada que había recibido, así que llore con más fuerza y me levanté del lugar, caminé por el malecón que estaba cerca del Centro Histórico de Nayarit, me encontraba desolado, pues tú ya no estabas conmigo, me estaba haciendo a la idea de que estabas muerto.
Escuché que alguien gritó “Erick”, pero no era el único ahí, así que seguí caminando con la cabeza mirando hacia abajo, volví a escuchar “Erick”, una y otra vez, la voz la comenzaba a reconocer un poco, aunque estabas ronco, por eso me costaba más trabajo, corriste y sentí que alguien me toco el hombro, y sí eras tú Erick, me abrazaste por la cintura , te dije “Erick”, sonreíste y me dijiste “Erick” y me diste el beso más hermoso y largo de toda la existencia sin importar quien nos estuviera viendo, hiciste nuestro amor tan público que muchos periodistas se enfocaron en nosotros, disfrutábamos de nuestro amor.
Alrededor de 10 minutos nos estuvimos besando, podía sentir la mirada de todos, ahí estabas tú, ahí estaba yo, ahí estábamos los dos Erick’s dándonos amor, vestido de marinero, nos marchamos al hotel, te dije que si querías comer algo, pero solo dijiste quiero estar contigo, entramos a la recámara te dí un masaje, te acaricie, nos besamos e hicimos el amor todo el día.
Desde aquel día estoy más orgulloso de ti, por tu valentía, por que estas vivo y porque estamos juntos compartiendo una vida.