Había llegado en domingo a la casa de la señora Alicia, así que dormí muy poco, tenía muchas ganas por conocer Cuba, saber más de su gente, así que me desperté fui directo al baño, y Alicia me recibió con un desayuno sencillo, pero muy rico, se sorprendía al ver que comía muy poco, y sí un rico café del que ella hace, me inyectaba más energía para seguir y seguir en aquella aventura.
Al salir de la casa, fuimos al mercado, a comprar pollo, huevo, y alimentos para los días que yo estuviera ahí, fue cuando ella me comentó que en Cuba solamente dos veces al año (2 meses) había papa en La Habana, y lo que más se le parecía en el país era la Malanga y la Yuca, cosa que compramos para acompañar las ensaladas como puré, me explico que cuando había papa la gente se peleaba por dos papas, y que era una ola de violencia en los mercados. La verdad eran mus escasos, ahí compramos refrescos que la verdad eran muy dulces, y sí fue el famoso "Tropikola", aunque había uno muy rico de cebada.
Después de eso, tome mi día rumbo a la avenida para tomar mi taxi, esta vez me toco ser el copiloto y el taxista venía escuchando a David Bisbal, cosa que me dio mucha risa, al llegar al cine Yara, caminé hacia el Habana Libre que era donde pasa el turibus, el cual tiene un costo de 5 CUC, y es el recorrido por toda La Habana, te puedes bajar donde quieras, conocer ese lugar y volverlo a tomar.
El día lucía nublado, y sí al llegar al malecón el océano no se veía, era completamente neblina, aunque se sentía un calor como de 27° grados, en ese primer trip conocí a unas señoras francesas quienes fueron las que me estuvieron haciendo las fotos, durante el trayectorio en el malecón, el cual conocí a la perfección en los siguientes días. Comenzó a llover y hacer un viento muy fuerte, que decidí bajar para observar todo desde la ventana. Al llegar a La Habana Vieja, decidí hacer la primera bajada del autobus.
Así llegué al Templete, que es el monumento donde se fundo Cuba por los españoles, aquí donde comienza a la historia de la colonia, antes de que llegaran a Veracruz en México, el cual está construido de mármol, y enfrente de el, se encuentra un árbol de ceiba que fue lo único que había cuando los marineros llegaron a la isla.
Al salir se encuentra La Plaza de las Armas, el cual fue el primer espacio público para los habitantes del país, y en donde se encuentra el momumento al primer presidente de Cuba, ahí conocí a Niruka una negra cubana que se disfraza de una forma muy folklórica, reparte besos y te puedes hacer fotos con ella, me cayó muy bien, y me platico que era la forma en que daba de comer a su hijos, solo que para poder pedir una propina a los turistas por las fotos tiene que pagar un impuesto al gobierno, me dio un beso que me duro todo el día, y ella descubrió desde el principio que yo era de México, aunque algunas veces me confundieron con otras nacionalidades, lo cual contaré más adelante.
Después, decidí pagar para entrar a la Casa de Gobierno Municipal, un museo pequeño, pero con historia sobre el socialismo y comunismo. Así llegué al Castillo de la Real Fuerza, y fue la primera vez que un soldado cubano me pregunto que si no traía una goma de mascar, a lo que le dí unas paletas de cerveza. Al entrar me costó 6 CUC, lo cual se me hizo carísimo, pero lo pagué, y ahí hablaban de que era parte de la fortaleza (Castillo del Morro), y esta parte era donde se construían los barcos, los cuales eran muy buenos, ya que el océano de Cuba siempre se ha caracterizado por ser salvaje, y así derrotaron varios barcos piratas.
Al salir de ahí, se encontraba un tianguis con libros de Fidel, Castro y Almedia, así como de comunismo, socialismo, La URSS, y una infinidad de antiguedades, restaurantes y paladares, músicos por todos lados, lo cual le daba un sabor tipo colonia Roma en México, pero con cubanos, y un olor especial lleno de humedad, se observaba una calle larga y llena de gente, como tumulto en el centro histórico de la Ciudad de México, pero limpio, gente linda y música.
Regresé al muelle, caminé por unas calles viejas y antiguas, para esperar el turibus, regresé a él, y en ese momento conocí a una familia argentina los cuales se regresaban en la noche a su país, y me recomendaban lugares para visitar, esta vez decidí estarme más tiempo en el turibus para conocer más allá de lo que se veía del malecón, así supe que curiosamente Estados Unidos tiene una embajada dentro del país, cosa que me enojó mucho, siempre este país tan vació (cultura) y metido en todos lados.
Al dejar de llover me volví a subir para ver todo mejor, y sentir el aire, no dejaba de sorprenderme lo guapo que son la mayoría de los cubanos, y hasta los feos tienen algo, y es que todos son sexys en su mayoría, en un momento el autobús se detuvo enfrente de un edificio en ruinas pero con familias, una niña como de 14 años me vio, nos observámos, y me dijo "ey papi yo te doy todo", para lo que reí mucho, y le dije "eso es todo", ella solo río como loca con las niñas con la que se encontraba.
El autobus hizo una parada, y subio un gay ruso, el cual sabía español y venía con un venezolano, con los cuales siguió mi recorrido, el autobus se metió hasta el puerto, llegó al circo y la Cecilia, lugar que visitaría después, pues me lo había recomendado Fabiola, una compañera de trabajo. El acuario, la embajada de Rusia la cual es enorme, la embajada de Sudáfrica la cual alguna vez fue atacada por los cubanos por un conflicto político.
Al llegar a la Plaza de la Revolución me baje, y ahí caminé y caminé, me hice foto con El Ché, con Fidel, y ahí se encuentra todo el ejército cubano, por un momento llegué a pensar que era donde vivía Fidel, pero no ahí no es, los soldados no dejaban pasar a la parte superior de la plaza, donde se desprende un momumento dedicado al socialismo cubano, y la revolución. Por cierto las calles están llenos de mensajes revolucionarios. Seguí caminando por las calles sin saber a donde me dirigía, cuando un soldado me detuvo y me dijo que por ahí no podía seguir, que me marchara de ahí.
Para lo cual pregunté hacia donde se encuentra El Capitolio, y me dijo sigue toda esa calle derecho hasta llegar al mercado y central de camiones, doblas a la derecha, hay un parque, y giras a la izquierda bajas y todo derecho, cosa que volví a repetir con cada cubano que veía y que me daba confianza, ya que ahora no me encontraba en un lugar turistico o con mayor seguridad, cosa de la cual estaba equivocado, pues todas las calles tienen cámaras.
Caminé, y caminé, el sol salió fuertemente después de la tormenta que había caído, camine por calles llenas de magia, pobreza no, eso lo puedo decir, Cuba no es un país de pobres al menos ahí todos tienen derecho a alguna porción de alimento, aunque ahora es menor a la que les daban en décadas pasadas, con la famosa lista.
Después vi a una señora, con su hija y su nieto, bien vestidos como la mayoría de los cubanos, y pregunté hacia El Capitolio, y me dijo la señora "que barbaridad, eso está muy lejos, estás perdido", no vengo desde La Plaza de la Revolución, y me dirijo hacia allá, me dijo "está lejísimos pero si eres buen caminante sigue derecho,hasta el cruce donde está el Hospital Nacional, toda esa avenida es de un mercado al final de ahí, te cruzas en la fuente, y a dos calles está el Capitolio", les dí las gracias, y al niño le regalé unos dulces.
Observaba a los cubanos como me miraban, uno me alcanzó para preguntarme donde había comprado mis alpargatas, las cuales están de moda en la isla, le comenté que en México, y me dijo "pensé que eras cubano, que tienes toda la facha", me reí porque no era la primera persona que pensaba que yo era cubano, cuando me despedí, me dijo que si me las intercambiaba por algún objeto, que el vendía ropa, pero le dije que no.
Seguí caminando, y noté que los policías no eran muy de mi agrado, aparte de antipáticos no sabían hablar bien el español o les daba pena, no sabía, pero no me caían bien desde ese momento, después los terminé odiando.
Al llegar al Capitolio, le hice fotografías, y aquí tuve una parte desagradable del viaje, o más bien yo fui pendejo, un señor con un carro hermoso convertible de 1957, me abordó para decirme que cobraba el viaje a 35 CUC por dos horas, y que me llevaba a los lados que yo quisiera. Le dije que no, entonces me dijo que me subiera a él, y que me hiciera una sesión de fotos, a lo cual accedí, al bajarme porque una turista subiría al auto a hacer lo mismo, le di 2 CUC como propina, a lo cual me dijo "oye eso es muy poco", y pensé tiene razón, le dí 20 CUC (pensando que eran 20 pesos mexicanos), así que me retiré, y vi la cara de felicidad del señor.
Seguí caminando por el Capitolio, llegué al parque central donde se encuentra el Hotel Londres, y el monumento a José Martí, así como el Centro Andaluz, y quise comprar un agua, cuando hice cuentas noté que me faltaba mucho dinero, así que reaccioné que el señor me había visto la cara, y me regresé para reclamarle, le dije a un policía y cuando fuimos ya no estaba, llegué a la conclusión de que había sido un tonto, y me enojé mucho conmigo mismo.
Volví a tomar el autobús para conocer la parte que me faltaba, pasé por las calles del centro y reconocí que era el lugar donde había estado en la fiesta de la jinetera, la universidad, y noté que había un movimiento estudiantil del cual desconocía, e invitaban al concierto nocturno y las palabras del líder del consejo estudiantil, calles más adelante se aproximaba una marcha la cual llevaba banderas de huelga, y me sorprendió que en un país tan reprimido se hicieran manifestaciones, todas con jóvenes estudiantes, y me sentí en el movimiento estudiantil de 1968.
Conocí la aduana, la central de trenes, los trenes de todas las épocas, el barrio chino, y muchas calles más, las casas eran bonitas, hasta que llegamos a la zona residencial de Cuba, y sí era un Santa Fé, cosa que me dio risa, pues el país no era tan capitalista como parece.
Eran ya las 6 de la tarde, y no quería ir a casa de Alicia a comer, pues estaba lejos, y aún había mucho por conocer, aunque ya había caminado mucho y comenzaba a cansarme, así que me baje y caminé hacia a La Universidad, fue donde pregunté que qué pasaba, y todos los movimientos estudiantiles eran por el Natalicio de José Martí, y eran previos al festejo grande, que era al otro día (lunes).
Pregunté por algún paladar que son restaurantes, pero más económicos que los restaurantes, y así fue recorriendo de uno por uno, hasta que uno me convencio, pues desconfiaba de las noticias que vi antes en mi México, sobre el brote de cólera, y las indicaciones que me había dado Alicia por si comía en la calle, así que me metí a La Antonio, una casa que renta habitaciones a turistas, y en la parte de hasta arriba del edificio tiene un paladar muy bonito, y agradable, lleno de naturaleza, color, y un olor a comida rico.
En esa comida, pedí una bebida de cebada, así como mi pechuga estuvo acompañada de malanga, la que había comprado con Alicia en el mercado, era la primera vez que la probaba, y comí mi arroz criollo acompañado de frijoles, y un sabor a especies muy rico.
Al termino de esto, caminé hacia el Yara y por la calle 23, llegué al malecón y vi a toda la juventud cubana, me senté a ver el mar, a observar a los cubanos jóvenes, y a los que me observaban como distinguiendo que no era de ahí, un cubano se acercó y me habló en inglés, a lo que le respondí igual, al preguntarme de donde era, le dije que de México y comenzamos a hablar en español, según él pensó que yo era de Texas, se marco, y veía que señoras pasaban vendiendo palomitas, y otras unos cucurucos de papel que no sabía que contenían, pero que los cubanos compraban por 1 peso cubano.
Así mismo tomé que todos tomaban un líquido en cajas como de boing, cosa que pensé que era algún jugo, o leche, (después les cuento que era), y así vi el mar, las olas eran fuertes, a pesar de las rocas que las rompen, estas venían con fuerza.
Fue el primer contacto que tuve con un cubano negro, guapo, fuerte, que al estarme preguntando sobre mi vida, y yo sobre él, después me ofreció servicios sexuales, por un momento pensé en tomarlos, pero le dije que no, me hizo sentir mal como de la nada se ofrecían por unos cuantos CUC, después se marcho porque una patrulla se puso enfrente de mí, él dijo que porque vieron por la cámara que yo era extranjero, y que ahora me cuidarían, para que ningún cubano me acosara, y se marcho...
Me sentí incómodo por la patrulla, y me moví a otra parte del malecón, y ahí estuve por dos horas más sentado, y viendo pasar la tarde, que después se hizo en noche, caminé hacia el Hotel Nacional, y lo fui a conocer, regresaría al otro día a tomarme un mojito, puesto que me encontraba cansando.
Al llegar a casa, le platique a Alicia lo ocurrido con el cubano que me timo, y se enojó mucho, me regañó por no ser cuidado, y más por ser mexicano que tenemos fama de abuzados. Ahí me senté con ella a ver televisión, y noté que las telenovela son portuguesas o brasileñas, y se las traducen como si ellos fueran analfabetos, en una de ellas el tema principal era uno de Maná, una de las bandas con las que trabajo en Warner Music.
Cenamos galletas, las cuales guarda en un recipiente blanco, y las parte en trozos, son como las saladitas de aquí, pero sin sal y sin azúcar, está vez no tomé café pues me quitaría el sueño, tomé un rico jugo de guayaba natural, un poco de pollo, y me fuí a a leer, y después dormí, pensando en el sigueinte día sería fiesta, fiesta y más fiesta, pues ya había conocido todo, solo faltaban museos, del otro lado de la isla donde se encuentra el Morro, y pensé en lo grande que es mi DF.